Capítulo 1: La amiga de mi señora
Siempre me había gustado la mejor amiga de mi esposa, pero por razones obvias siempre traté de no darle importancia a esa sensación, éramos amigos, ella con mi esposa, su marido y yo, incluso nuestros hijos eran buenos amigos. Hermanas se decían entre mi señora y ella, así de bien se llevaban, era de esas amistades que pocas veces en la vida se dan, ella era linda, si bien era guapísima físicamente, a mí lo que me gustaba era su forma de ser espontánea, divertida, alocada, cuando llegaba a nuestra casa siempre nos alegraba el día, por eso cuando supimos que se irían a vivir lejos, a otro país, mi señora, los niños y también yo, quedamos algo tristes por su partida, contentos porque como familia a ellos les esperaba un mejor futuro, su marido era un tipo bonachón que al igual que yo, era de pocos amigos, por lo mismo cuando llegaba a la casa la amiga de mi señora, intentaba verla como un amigo más, pero era inevitable sentir cosas contradictorias cuando me abrazaba al llegar o al irse, esos abrazos apretados, de más segundos de lo recomendable, en el que sentía sus maravillosos senos en mi pecho, que aunque operados, se sentían tan bien, mientras ella me recorría la espalda apretándole contra ella, quizás para ella yo era como un hermano, pero yo me debatía entre apretarla más contra mi cuerpo y salirme de esa situación «peligrosa», y ahora que se iría lejos, los abrazos eran más largos, con frases al oído como » te quiero amigo», «no sabes cuánto los voy a extrañar», «anda a verme», etc…
Fueron varias las despedidas que hicimos, ella a veces llegaba a la casa con ropa que recién se había comprado, y se cambiaba en frente mío, yo intentaba salir de la casa, para no ser grosero, pero ella me tenía una confianza absoluta, realmente como de hermanos, unos días antes del viaje ella llegó como de costumbre a la casa. Quería que mi señora le arreglara unos vestidos, yo tuve que salir a comprar antes de que ella llegara, cuando volví de las compras estaba su auto estacionado, pero no se veía movimiento.
Entré con las cosas de las compras y me encontré con la amiga de mi esposa de frente venía rápido a buscar unas tijeras, así que chocamos, estaba con una blusa azul abierta, y hacia abajo solo con sus calzones, luego del impacto del choque ella reaccionó, y me abrazo bien efusiva.
– ¡¡¡amigo!!! – me dijo mientras me apretaba contra su cuerpo yo sin poder abrazarla por que aún tenía las bolsas de las compras en la mano, las solté y las dejé caer al piso y mis manos le rodearon el cuerpo, de nuevo apretándola contra mí más de lo moralmente permitido, incluso sin pensarlo mucho una de mis manos se fue a acariciar una de sus desnudas nalgas.
De la boca de ella salía el aroma seductor del Late Harvest que acostumbraba a tomar cuando venía, al darme cuenta de que había pasado el límite del cariño fraterno, rápidamente devolví mi mano a la parte baja de su espalda, pero era tarde, cuando ella apartó su cabeza de mi hombro me quedó mirando con ojos de.. «la cagaste» o de «¿que hiciste?»
No me dijo nada pero aflojó sus manos de mi espalda y antes de que ella hiciera otra expresión, la solté y me hice para atrás, como pidiéndole perdón.
– ¿¿cómo estás Carola??
– bien… ¿¿Y tú?? – Carolina me seguía mirando como entre extrañada y sorprendida, luego se miró para abajo, y se tapó el escote un poco tirando los bordes de su blusa azul… carraspeó… Y me dijo estirando la trompa.
– ¿me pasas esas tijeras que están detrás tuyo?
– ah sí … ¿¿Estas?? ¡Si claro! Toma..
– ¡¡gracias!! Me dijo… Se dio media vuelta y se fue a paso veloz a mi cuarto donde estaba probablemente mi esposa…
Yo aturdido por lo torpe que había sido saqué las cosas de las bolsas, las puse en el refri y salí de la casa a fumarme un cigarro… Estando en el patio escuchaba como Carolina y mi señora se reían, al parecer el pequeño “error de cálculo” no había sido tan terrible, de pronto mi hija más chica me sorprendió.
– ¡papá! ¿Estás fumando?
Apagué el cigarro rápidamente.
– un poquito no más le dije, mientras divisaba a la Juli, la hija de Carolina, escondida detrás de unas plantas. – ¡Hola Juli! Le dije como para distraer el sermón de mi hija por el cigarro.
Estaban empapadas, venían saliendo de la piscina, antes de que mi hija se acordara que estaba fumando me metí de nuevo a la casa, mi señora y Carolina estaban riendo y gritando.
– ¡¡no!! ¿En serio? Jajajajajaja
– ¡¡¡siiiiii!!! Jajajaj
– ¿y qué?, ¿¿Te tuviste que ir a lavar??
– ¡obvio po! ¡¡Si me ardía!! Yo toda sexy y buscando agua para echarme…
– pero amiga… ¿Cómo no viste la etiqueta?
– pero weona si salía que era hipoalergénico que era para todo tipo de piel.. ¿¿que iba a saber yo??
– ¿¿y Alejandro??, ¿Qué hizo?
– me vió tan adolorida que sacó la botella de champagne del hielo y eso me puso…
– jajajaj no te creo…
– jaja sí… así que no pudimos hacer nada.
– ¿¿te quieres servir más??
– ¡ya! ¿Y tú?
– sipo, si voy a la cocina.. ¿¿quieres con hielo??
– si amiga…
Cuando mi señora me vió en la casa me miró con cara de asombro..
– ¿¿y tú??
– nada… Llegué hace poco…
– jajja ¿¿escuchaste la historia de la caro??
– jaja algo…
– le voy a decir que llegaste, está en paños menores…
– ah ok…
Mi señora sirvió un poco más de ese vino, y se devolvió a nuestro cuarto…
Carolina no le había dicho que había llegado ni que la había saludado… Eso me llamó la atención, además estaba contando cosas íntimas con mi amigo Alejandro, quizás está intentando poner en claro que a ella le gusta solo mi amigo, de forma sutil, si bien Carolina era bastante alocada siempre tenía una forma muy sutil y creativa de decirme las cosas, conmigo nunca era explícita, cuando no estaba de acuerdo conmigo, solo arrugaba su nariz y los labios.
Me salí de mis pensamientos con el sonido de los perros que le ladraban a un auto entrando, era Alejandro. Salí a su encuentro, Alejandro traía un pack de cervezas y unas carnes.
– ¡¡qué pasa compadre!! Me dijo separando los brazos para darme un abrazo.
– ¡Hola compa! ¿Cómo estás?! Le dije mientras lo abrazaba.
– acá po, ya todo listo para el viaje, oye la Martita me dijo que le trajera unos limones, pero no encontré.
– tranquilo si yo fui a comprar.
– ¿y las chicas?
– tu hija en la piscina, tu señora en mi cuarto con la Marta.
– ¿aún están viendo lo de la ropa?
– si… tú cachay que se demoran en eso…
– jaja si po compadre… ¿¿una cervecita??
– ¡obvio!
Alejandro me pasó la cerveza y brindamos… Luego nos dedicamos a hacer el asado,cuando estuvo listo nos sentamos a comer, a mí se me había olvidado entre la cerveza y las risas el «error de cálculo» que había tenido al abrazar a Carolina, ella me miraba con normalidad.
La mañana pasó, seguimos tomando, después cambiamos a los tragos más fuertes, era una junta normal, como las de siempre, un poco mareados todos, incluso hubo tiempo de bailar, y de meternos todos a la piscina.
Me fui al baño a cambiarme, nunca había sido bueno para estar mucho rato mojado, entré a mi cuarto y al baño, ya me orinaba entre tanto trago y el agua fría, me duché con agua tibia.
Salí del baño con la toalla en mi cintura y vi que Carolina venía en bikini… Me quedé quieto mirándola, ella entró a mi cuarto y cerró la puerta con llave, me miró y me abrazó, estaba fría y mojada, me apretó…
– te voy a extrañar amigo… Me dijo mientras yo sentía sus dos senos duros y parados apretándose a mi pecho, mis manos volvieron a recorrer su cuerpo, esta vez le hice notar que le estaba tocando las nalgas, me miró y nos besamos, como si fuera lo más normal del mundo, un beso suave y largo, un beso lleno de pasión y ternura, un beso de esos que solo consigues darte después de años de estar juntos, de ritmo perfecto. Mientras tanto nuestros cuerpos apretados uno contra el otro, nuestras pieles frotándose, las manos de cada uno recorriendo el cuerpo del otro, el tiempo se detuvo, algo cósmico había sucedido, poco después la toalla en mi cintura estaba en el suelo, su bikini estaba corrido, dejando expuestas esos senos perfectos.