La conocí en mi clínica como paciente, cuando entró intuí que sería una de esas pacientes «especiales».
Sidney era una buena chica, tenía un hijo de 4 años y estaba sola, sin trabajo y vulnerable. Le ofrecí que me ayudara con el aseo de la clínica, así que ella llegaba cuando el personal se iba, para dejar todo limpio, y yo me quedaba haciendo algún trabajo extra, un día llegó con unas calzas azules y una polera blanca, tocaba limpiar las ventanas, y ella se encaramaba al borde de la ventana, si bien era un segundo piso, siempre la ayudaba por temor a que le pasara algo.
Pero ese día su culo apretado por esas calzas me hipnotizaron mientras la ayudaba a sostenerse del borde de la ventana, andaba con colaless porque los glúteos estaban perfectamente separados por la tela, y se asomaba la hendidura de su vulva, con mi cara a 30 cm. de ese culo, solo me podía imaginar dándole un mordisco, se notaba que su culo era turgente, trabajado o bien una bendición de la naturaleza, comencé a salivar y no sabía cómo podía cogerla.
Después que ella se diera cuenta que yo estaba descaradamente mirándole el culo, sus ojos notaron el abultamiento en mis pantalones y ella automáticamente me dijo, ya terminé muchas gracias.. y ya no pude seguirla ayudando.
Quizás por el movimiento rápido para incorporarse, pero cuando se bajó del borde de la ventana, quedó doblada, al parecer una contractura en la espalda baja le provocaba mucho dolor, no se podía mover, se apoyó en el mesón de trabajo, con la cola bien parada, para estirar los músculos lumbares, yo por mientras… le seguí mirando el culo…
Te duele mucho? Sí!… Me dijo ella… – no soy el kinesiólogo de la clínica pero te puedo poner un gel antiinflamatorio en la zona, si quieres… No, muchas gracias, ya se me va a pasar… Pero niña, se nota que te duele, y este gel es muy efectivo… Cuando trató de incorporarse no pudo… Me dijo: No sé cómo me voy a ir a la casa así… Ven, le dije, y la lleve a la camilla (donde un tiempo después follaría a la PROMOTORA).. Acuéstate boca abajo, ella no tenía más opción que obedecer, subí la polera y me percaté que el colaless era rojo.. que combinación más patriótica pensé.. Ella aún con dolor no podía moverse mucho, le dije.. esta crema tiene anestésico, el kinesiólogo lo usa con sus pacientes deportistas, se sentirá fría pero te ayudará, puse la crema en mis manos, y luego mis manos en su espalda baja.
Comencé a masajear su espalda delicadamente para que la piel entrara en calor, luego de un rato sentí que sus molestias disminuían poco a poco, la crema estaba haciendo efecto, ya mis manos no se sentían resbalozas, le dije… Tienes la espalda llena de nudos, y saqué un frasco de aceite para masajes y se lo vertí en la espalda, comencé a masajear nuevamente pero ahora extendiendo la crema hacia arriba, su sostén me impedía el paso hacia sus hombros, le dije permiso y desabroché su corpiño, ahora ya toda su espalda estaba a mi alcance y yo de ves en cuando veía esas calzas azules y el colaless rojo.
La masajeaba con dulzura y poco a poco fui cambiando mi actitud a un masaje con malas intenciones, ella parecía atemorizada y confundida, mis manos iban desde sus hombros hasta el borde de su colaless y luego por los costados las devolvía rozando con cada vez más certeza sus pechos aplastados, yo vestido con mi pijama clínico tenía una evidente erección que sólo estaba oculta por el borde de la camilla.
Necesito masajear un poco más abajo, ella me miro extrañada, cómo desaprobando mi osada terapia, pero no tenía el valor para decirme que no.
Metí mis manos por su colaless y baje las calzas hasta la mitad de sus glúteos, y mis manos cada vez se enfocaban más en esa área, ella incomoda por la situación me dijo:
– que está haciendo?
– No es evidente? Le respondí, quiero masajear más abajo, ella me miro con terror y con esa mirada de una presa cuando sabe que no tiene escapatoria.
– está loco? me dijo
– Estoy caliente más bien, le respondí, te compensaré muy bien si me dejas tocarte…
Ella se incorporó en la camilla, con una evidente movilidad, efectivamente la crema le había hecho de maravillas, con su sostén suelto
– usted cree por que tengo necesidades le voy a dejar tocarme? Está loco, ni por nada del mundo lo haría…
– Vamos niña, es solo tocar no haré nada más… Ella me dio la espalda y subió sus calzas, el colaless quedo más abajo.
– eres tan hermosa, mírate eres simplemente perfecta, te juro que no puedo contenerme, no quiero obligarte a nada, pero eres tan sensual…
Esto se lo decía parado atrás de ella, haciendo que se mirara en el espejo que estaba enfrente de la bici estática, ella se miraba y su cara de horror poco a poco se fue desvaneciendo, le tome la cintura, ella dio un pequeño salto y cerró los ojos como esperando lo peor
– mírate, le dije, eres perfecta, tu cintura en perfecta tus hombros también lo son, permíteme decir que tus tetas son hermosas…
– Son chicas, me dijo…
– No para nada, son del tamaño justo para ser elegantes, mírate, y subí su sostén, ella se miró las tetas, eran pequeñas pero bien formadas, le quedaban perfecto a su figura, yo desde atrás le hablaba al oído, como un demonio, con una erección gigante y ya comenzando a mojar mi pantalón clínico.
Le toque las tetas…
– Mira estos pezones, son hermosos, perfectos… Ella solo miraba y parecía que por primera vez se estaba descubriendo, cómo si por primera vez alguien le dijera lo hermosa que era o mejor aún, como si por primera vez ella si creyera ser hermosa.
Acerqué mi pene hinchado y duro y lo puse entre sus nalgas, ella seguramente sentía ese pedazo de carne duro entre sus glúteos, volvió a poner esa cara de desaprobación, antes que dijera algo le dije
– eres la mujer más linda que he visto en mi vida, tu piel es suave!… mientras la iba acariciando, ella estaba en la indecisión de dejarme hacer lo que quería o salir corriendo.
– sientes atrás como me tienes con tu hermosura?
– Sí, me dijo…
– me encantaría que me dejaras solamente tocar con las manos tu culo perfecto…
– Y que me dará? …
– que es lo que quieres?
– Dinero… 200 mil
– Ok, para mí esa cifra era pequeña.
Acostada de nuevo en la camilla baje sus calzas azules… ella me dijo
– el colaless no..
– Ok… le dije, deje su colaless rojo y le puse un poco más de aceite a su culo, lo masajeaba con fuerza y mis dedos querían ir hacia su centro, al final y poco a poco mis dedos rozaban por sobre el colaless su vulva, ella estaba mojada, pero tenía cara de pánico, esa situación me excitaba más, yo estaba siendo un abusador y ella estaba entre dejarse llevar o parar la situación.
Eran sus caras contradictorias lo que más disfrutaba, sentía que mi perversión la estaba infectando, le dije me voy a subir arriba tuyo pero no me sacaré el pantalón así estarás segura, ella no sabía si decir sí o no, y antes que dijera algo ya estaba sobre la camilla y sobre su culo, yo seguía masajeando su espalda con las manos, y sus oídos con mis palabras, y claro… su culo con mi verga.
Al final el roce logro hacer que mi glande se asomara por el pantalón, y ahora su piel y mi piel estaban rozándose ella no se había dado cuenta el aceite y la situación me ayudaban, poco a poco mi verga se fue saliendo del pantalón y poco a poco mi verga desnuda estaba siendo frotada en su culo, entre sus hermosas y aceitadas nalgas blancas como la nieve, separado de su interior por el hilo dental del colaless rojo.
Ella después de un buen rato se dio cuenta, ya era demasiado tarde mi pene y mis bolas estaban siendo frotadas en su culo delicioso, cuando por fin quise correr ese maldito hilo dental para follarla ella ya estaba tan lubricada que no sabía si era el aceite o sus jugos los que hacían fácil la entrada de mi verga en sus profundidades, sentía como mi pene rascaba sus carnes y las iba separando para adentrarse cada vez más en lo caliente de su interior, ella aún se debatía en el horror de ser abusada y el placer que no debería estar sintiendo.
La fornique de espalda ahí, en la camilla, ella no se movía, estaba petrificada, siendo abusada por mi, su jefe violador.
Gastón Lemark