Por Alma Letelier – Sexóloga. Mujer. Humana.
Hay una pregunta que escucho casi a diario en consulta: “¿Es normal que ya no tenga ganas?”. A veces la dicen entre lágrimas. A veces con rabia. A veces con la voz quebrada de la culpa. Como si no desear fuera una falla del sistema, un síntoma de que algo se rompió sin saber cuándo.
Y la respuesta que doy siempre empieza igual: sí, es normal. Y no, no estás rota.
Hablemos de lo que nadie dice
Vivimos en una cultura que romantiza el deseo espontáneo. Ese que aparece sin buscarlo. Ese que se enciende en la ducha, o al ver a tu pareja en la cocina, o en medio de una reunión. Y sí, eso pasa. A veces. Pero no es la regla.
Lo que no nos cuentan es que el deseo también puede ser responsivo: aparece después del contacto, no antes. Y que eso no lo hace menos válido.
¿Qué factores pueden apagar el deseo o las ganas?
- Estrés y cansancio crónico.
- Falta de sueño.
- Medicamentos como antidepresivos.
- Cambios hormonales (ciclo menstrual, menopausia, posparto).
- Conflictos de pareja no resueltos.
- Monotonía sexual.
- Falta de privacidad, niños pequeños, falta de tiempo.
- Y algo más invisible: la desconexión con el propio cuerpo.
A veces no es que ya no quieras a tu pareja. A veces simplemente estás tan desconectada de ti misma, que ni siquiera sabes lo que sientes. Y eso también es parte de lo humano.
¿Qué dice la ciencia sobre el deseo sexual bajo?
Según estudios publicados en el Journal of Sexual Medicine, entre un 30% y un 45% de las mujeres reportan haber experimentado deseo sexual bajo en algún momento de su vida. En hombres también ocurre, pero está menos visibilizado por razones culturales.
Uno de los descubrimientos más importantes en los últimos años es que el deseo no es una chispa constante. Es un sistema complejo, influenciado por factores emocionales, relacionales y contextuales.
La sexóloga Rosemary Basson propuso un modelo circular de respuesta sexual femenina donde el deseo no necesariamente inicia el encuentro. A veces es el resultado de sentirse cómoda, conectada, acariciada, contenida.
Un recuerdo personal
Recuerdo una época en que yo misma no tenía ganas. No fue después de un trauma ni nada grave. Fue simplemente después de meses de agotamiento emocional, trabajo excesivo, hijos enfermos y un cuerpo que sentía más carga que deseo.
Me acuerdo de mirar a mi marido —a quien amo, a quien deseo— y sentir… nada. No rechazo, no incomodidad. Solo nada. Y pensar: ¿será que se me apagó algo para siempre?
Pero no. Solo estaba dormido. Tapado de cosas. Cubierto de exigencias.
El primer paso fue no juzgarme. El segundo, hablarlo. Y lo que más ayudó fue dejar de intentar forzar el deseo espontáneo, y en cambio crear momentos donde el cuerpo pudiera volver a aparecer.
No fue de un día para otro. Pero volvió. Más suave, más lento, más auténtico.
¿Qué hacer cuando el deseo y las ganas se apagan?
1. Deja de buscar culpables
No se trata de culparte a ti, ni a tu pareja. Se trata de entender que el deseo vive en un contexto. Y que si el contexto es hostil, el deseo se protege. Se esconde. Se adormece. Es una reacción de cuidado.
2. Reconecta con tu cuerpo (sin esperar resultados)
El deseo muchas veces no nace en la mente, sino en el cuerpo. Volver a tocarte sin presión. Comenzar de nuevo a sentir el agua en la piel. Retomar el dormir mejor. Volver a habitarte. No para encenderte, sino para volver a ti.
3. Habla con tu pareja (aunque dé miedo)
No desde la culpa ni la deuda. Desde la verdad. Desde el “me está pasando esto, no sé bien por qué, pero quiero que lo sepas”. Abrir esa puerta puede doler, pero también puede acercar. Puede crear un espacio nuevo donde ambos se escuchen sin exigencias.
4. Explora nuevas formas de erotismo
A veces el deseo se apaga porque está aburrido. Porque lleva años viendo el mismo libreto. No es falta de amor: es falta de novedad, de juego, de picardía, de intención.
No hace falta cambiar de pareja. A veces basta con cambiar de actitud, de contexto, de ritmo.
5. Si te abruma, busca ayuda profesional
No tienes que atravesar esto sola. Una conversación puede abrir caminos que no veías. A veces el deseo no se reactiva solo. Pero no porque esté roto. Sino porque necesita una nueva mirada.

El deseo y las ganas no se mueren. Se transforma.
Lo que pasa muchas veces es que nos desconectamos de la manera antigua en que deseábamos, y no nos damos el permiso de encontrar una nueva.
No estás rota. Estás viva. Y como todo lo vivo, cambias. El deseo no se mide en frecuencia ni en intensidad. Se mide en verdad. En presencia. En ganas de seguir explorando quién eres hoy, y no quién eras antes.
Y si te cuesta, si te asusta, si no sabes por dónde empezar… empieza por decirlo. Incluso así, con miedo. Que a veces, solo decir “no tengo ganas, pero quiero entenderlo” ya es un acto de deseo profundo.
Y si necesitas una mano, una palabra, una pausa… acá estoy.

Alma Letelier
Sexóloga clínica. Psicóloga de formación. Mamá de dos adolescentes, casada desde hace 17 años y curiosa por naturaleza. Cree en el deseo como lenguaje y en la conversación como acto íntimo. Ha sido infiel, ha callado fantasías y también ha aprendido a nombrarlas. Hoy acompaña a otros —desde la ciencia y la experiencia— a dejar de fingir y empezar a sentir.