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Mi pareja quiere más sexo que yo: ¿qué hago?: Cuando el Deseo Sexual es Desigual en la Pareja

¿Te has preguntado qué pasa cuando hay un deseo sexual desigual en la pareja? Onda uno quieroe todo el rato y a cada rato; y el otro no quiere nada de nada… Hay temas que generan más culpa que placer. Este es uno de ellos.

Cuando en una pareja uno quiere más sexo que el otro, no solo aparece la frustración. Aparecen el silencio, la vergüenza, el miedo al rechazo, la presión por complacer y la sensación de que algo anda mal… en uno o en los dos.

Y aunque muchos lo viven, casi nadie lo habla.

¿Es normal tener diferentes niveles de deseo?


Sí. Totalmente. Es lo más común del mundo.

No somos clones. No venimos con el mismo ritmo, ni el mismo historial, ni la misma biología. El deseo no es una medida estándar que se reparte por igual. Y tampoco es estático: puede cambiar con el tiempo, con las emociones, con el contexto.

Hay parejas que comienzan muy sincronizadas y luego se desenredan. Otras que ya parten desequilibradas pero logran convivir con eso desde la conversación. El problema no es la diferencia de deseo. El problema es el silencio que se instala entre medio.

¿Cómo se vive desde cada lado?

Quien quiere más:


– Se siente rechazado.
– Siente que su deseo es «demasiado».
– Se empieza a cuestionar: ¿ya no le gusto? ¿seré yo el problema?
– Puede acumular frustración, o buscar alternativas sin hablarlo.

Quien quiere menos:


– Se siente culpable.
– Siente que no está cumpliendo con algo «esperado».
– Puede fingir interés o acceder sin ganas reales.
– Se siente presionado, observado, insuficiente.

Y desde ambos lados puede nacer el resentimiento. O el desconcierto. O la distancia. Porque cuando no se habla, se fantasea lo peor.

¿Qué no ayuda?


– Compararse con otras parejas.
– Imponer una frecuencia «normal» (spoiler: no existe).
– Usar el sexo como validación o castigo.
– Fingir ganas solo para evitar discusiones.

¿Y qué sí ayuda?

1. Cambiar la pregunta


No se trata de cuántas veces por semana. Se trata de cómo se vive el deseo en esta pareja. Qué lo prende. Qué lo apaga. Qué lo complica. Qué lo transforma.

2. Hablar sin juicio


No es una rendición de cuentas. Es una conversación sobre cuerpos, tiempos, necesidades y emociones. Hablar del deseo sin exigencia es hablar del vínculo con honestidad.

3. Explorar otras formas de intimidad


El deseo no solo pasa por el coito. A veces una pareja puede reconectar desde el juego, el afecto, los roces, las palabras. Ampliar el menú erótico puede aliviar la presión y abrir nuevas rutas.

4. Negociar desde el amor, no desde el deber


A veces uno puede estar dispuesto sin tener un deseo ardiente, pero sí con ganas de conectar. Y otras veces, simplemente no se puede. Poder decirlo y escucharlo sin herirse es un signo de madurez emocional.

5. Si el tema duele demasiado, buscar apoyo profesional


La diferencia de deseo no se resuelve en una conversación mágica. Pero se puede transitar con respeto, con ternura y con herramientas que ayuden a salir del círculo del silencio.

Una historia que acompaña


En una sesión, una mujer me dijo llorando: «Yo lo amo, pero no tengo ganas. Y me siento una estafadora emocional.» 
Y él, en silencio, solo decía: «Pero si no me toca, ¿cómo sé que todavía me desea?»

Lo que destrabó esa conversación fue cambiar la pregunta: 
¿Qué nos está pasando fuera de la cama que está entrando a la cama? 

Porque muchas veces el problema no es sexual, sino relacional. O emocional. O incluso físico. 
Pero nunca, nunca es un tema que se resuelva a solas en la culpa.

La curva del deseo en una relación: lo que muestra la ciencia


Estudios longitudinales han mostrado que en la mayoría de las parejas heterosexuales estables, el deseo sexual tiende a disminuir con el tiempo, especialmente en las mujeres. Según un estudio publicado en el Archives of Sexual Behavior, las mujeres reportan una baja significativa del deseo sexual después de uno a tres años de relación estable.

Pero esto no significa que el deseo desaparezca, sino que cambia de forma, de ritmo y de detonantes. Deja de ser espontáneo y se vuelve más dependiente del contexto, del vínculo emocional, de la novedad, del autocuidado.

¿Cuándo es «demasiado poco» o «demasiado mucho»?

🔹 Deseo sexual hipoactivo (lo que antes llamaban «frigidez»)


– Se define como una falta persistente o recurrente de pensamientos sexuales, fantasías o interés por la actividad sexual, que genera malestar significativo en quien lo padece o afecta la relación de pareja.
– Puede tener causas hormonales, psicológicas, relacionales o médicas.
– No se diagnostica por tener pocas ganas ocasionalmente, sino cuando la falta de deseo es crónica y provoca sufrimiento.
Ejemplo: Una mujer de 35 años que no ha tenido interés sexual en meses, no siente excitación ni con estimulación física y evita el contacto íntimo, sintiéndose culpable pero sin motivación interna.

🔹 Deseo sexual compulsivo (lo que se conoce como adicción sexual)


– Se trata de una necesidad urgente y persistente de involucrarse en actividad sexual, incluso cuando esto interfiere con la vida diaria, relaciones, salud o bienestar.
– No es lo mismo que tener un alto deseo sexual. Es no poder detener conductas que ya tienen consecuencias negativas.
– Se asocia muchas veces a impulsividad, ansiedad, baja autoestima o experiencias traumáticas no resueltas.
Ejemplo: Un hombre que se masturba compulsivamente varias veces al día en el trabajo o en el baño de un restaurante, que pierde oportunidades laborales o evita compromisos para sostener su conducta sexual.

🔹 ¿Y la ninfomanía? ¿Existe realmente?


El término «ninfomanía» históricamente se usó para estigmatizar a mujeres con deseo alto o sexualidad activa, y hoy ya no se considera un diagnóstico clínico válido.

Actualmente, si una persona (hombre o mujer) presenta conductas sexuales compulsivas con malestar o consecuencias negativas, puede evaluarse bajo el paraguas de Trastorno Compulsivo Sexual, sin necesidad de usar etiquetas antiguas o machistas.


Ejemplo: Una mujer que mantiene múltiples encuentros sexuales sin protección, cancelando compromisos importantes, sintiendo vacío emocional después, y reconociendo que no puede parar.

Entonces, ¿cuándo consultar?


Consulta cuando:


– El deseo (mucho o poco) te genera sufrimiento.
– Interfiere con tu calidad de vida o con tus vínculos.
– Sientes que has perdido conexión con tu cuerpo o tus emociones.
– Tu pareja y tú están atrapados en un ciclo de silencio, culpa o conflicto.

Consultar no es un fracaso. Es una forma de cuidarse. De entenderse. De cambiar el guion.


Alma Letelier

Alma Letelier

Sexóloga clínica. Psicóloga de formación. Mamá de dos adolescentes, casada desde hace 17 años y curiosa por naturaleza. Cree en el deseo como lenguaje y en la conversación como acto íntimo. Ha sido infiel, ha callado fantasías y también ha aprendido a nombrarlas. Hoy acompaña a otros —desde la ciencia y la experiencia— a dejar de fingir y empezar a sentir.

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